viernes, 4 de diciembre de 2009

La Maratón

Llegó el día. El domingo, a las nueve de la mañana, en Anoeta, empieza la maratón. Si todo va bien, para éso de la una habremos acabado. Éllas nos van a acompañar, se supone que para darnos ánimo durante la carrera. Para los niños va a ser un pequeño madrugón, pero espero que les encuentren alguna distracción durante las cuatro horas, en las que nos van a ver pasar unas seis veces. Para después de la carrera, hemos quedado para ir a comer a una sidrería de Urnieta, con nuestras respectivas supporters, y otra pareja -un amigo-primo corricolari que va a intentar hacerla en tres horas, tres-. Eso es correr, Unai, y no lo mío.

Recogimos los dorsales el sábado por la tarde. Me sorprendo de que me den una talla S de camiseta, si yo siempre uso una M. "Es lo que has pedido, aquí lo pone" me dicen. Pues vale. Otros se quejan de lo mismo, algo raro pasa. Además, no dejan probarse la camiseta y cambiarla por otra talla si es necesario. Un detalle poco elegante para una prueba internacional, la verdad. Me dicen que además, la camiseta no es ninguna maravilla, ni de una marca reputada. La llamada Feria del corredor se reduce a un stand de Suunto, patrocinador, otro con camisetas de rebajas y alguno más por ahí. Un poco pobre. Será la crisis, digo yo, pero a la hora de cobrar la inscripción -40 euros- no hubo rebaja alguna.



No duermo del todo bien la víspera. Serán los nervios. Al fin y al cabo, aunque durante la semana no me he sentido nervioso, es mi primera maratón. Como siempre, escucho la radio con un auricular en la oreja, me relaja y me ayuda a dormir. Para las seis y media estoy definitivamente despierto. Habrá que desayunar antes de las 7, por si acaso (dos horas antes de la prueba). Recomiendan que sea ligero: yo tomo un café con leche, galletas y fruta. Hala, a despertar a todo el mundo.


El previo

Una hora antes estábamos ya aparcados, y vamos a cambiarnos al Palacio de Deportes, junto al estadio de Anoeta. Yo pensaba que íbamos temprano, pero está todo lleno de gente, las taquillas ocupadas, la mayoría ya cambiados, algunos calentando por la calle. Los servicios con largas colas a la entrada. Buscamos un vestuario que no esté lleno, vuelvo a sentir un olor familiar que hace años que no olía, el del réflex. Lo primero que me llama la atención es la cantidad de gente que corre maratones. ¿De dónde salen todos? ¿Qué les empuja a hacer ésta salvajada? Y también, si es tan interesante ¿por qué a mí no se me había ocurrido hacerlo antes? Me siento parte de un rito, de una celebración. Algo parecido a un concierto, un partido de fútbol de tu equipo...pero con la diferencia que aquí los protagonistas somos cada uno de nosotros.



Todavía no ha aclarado del todo el día. Está muy nublado, y el primer dilema es qué nos vestimos. Yo veo a gente con camiseta de tiras, y me digo "éstos vas a correr muy rápido, y no tienen miedo al frío". La temperatura es baja pero sin exagerar (unos 10º, creo recordar). Vamos, perfecto si no lloviese ni hiciera viento. Yo temo a la lluvia. No quiero estar cuatro horas corriendo con la camiseta mojada, así que el chubasquero me lo llevo. Unos culotes largos y la camiseta de la maratón, fina y de manga larga, y fuera. Zigor prefiere dos camisetas, corta y larga, una encima de otra (él va a correr por debajo de su ritmo, así que mejor que no se enfríe). Y las viseras. Entre que entregamos las bolsas en la consigna y demás, la verdad es que no nos sobra mucho tiempo. Pero no vamos a calentar -hay que ahorrar hasta la última gota de energía, me digo- así que no nos hace falta. Estiramos algo, y cuando vamos para la salida, nos encontramos con la familia, que habían desayunado tranquilamente en un bar cercano mientras tanto. Nos sacamos un par de fotos, y pitando a la salida.

La salida

Cuánta gente. Nos colocamos detrás de la pancarta de las cuatro horas 4:00. La verdad es que detrás nuestro no hay demasiados corredores, casi todos van a correr en menos tiempo que nosotros, !hay que joderse! Pero ¿cuanto corre la gente? (más arriba me sorprendía de cuánta gente corre, ahora me sorprendo de lo mucho que corren). Estoy un poco nervioso, o ansioso por empezar. No parece que vaya a llover por ahora, así que el chubasquero se enrolla y va a la cintura. No conozco a nadie alrededor. Espera, ¿ése de ahí no es Felix Iturbe, el ex-Robotiker y luego fundador y alma máter de B-kin software? Qué pequeño es el mundo. Le saludo. Para ambos es nuestra primera vez, "ya nos veremos por ahí", nos decimos.

Se da la salida, y esperamos impacientes a que los de delante se muevan para empezar a correr. Tardamos unos dos minutos en pasar por la pancarta de salida. Hoy en día, gracias al uso de los chips electrónicos, eso no importa. A cada uno se le calcula su tiempo real y no hay que empujar, ni intentar colarse en las primeras filas para salir antes. ¡Allá vamos! Los primeros pasos no se pueden llamar correr, pero poco a poco se abren huecos, y ya cada uno busca su espacio y coge su ritmo. Hay cuadrillas enteras que ocupan todo el ancho y no te dejan espacio para pasar, así que no hay más remedio que seguirles.  Tranquilo, no hay prisa. Zigor va a mi izquierda. Hemos quedado en empezar entre 5:40 y 5:30, ni más rápido -para no quedarme sin fuerzas demasiado pronto-  ni menos -que tampoco es cuestión de hacer esperar a las damas más de cuatro horas-.

El tema de a qué ritmo correr se merecería un post aparte, pero no soy yo el más indicado para escribirlo. Es la duda que asalta a todos los corredores populares: salgo a mi mejor ritmo posible, pero ¿y si a mitad de carrera estoy muy cansado...tengo que sufrir durante 20 kilómetros? Mejor salgo suave, pero...¿y si resulta que termino fresco como una lechuga? ¿Me tiro de los pelos por haber desperdiciado mi estado de forma y no haber mejorado x minutos mi marca? Bueno, se supone que ni una cosa ni otra, que los entrenamientos y las sensaciones te dicen a qué ritmo puedes correr. El problema es que, si te equivocas, son 42 kilómetros, que son muchos. La revista Runners dedica varios artículos al tema, y yo, aunque tenía más o menos claro que andaría por las cuatro horas, me decidí a hacer un test previo, el famoso 2 x 6000 (el resultado -aunque no es fácil saber si has hecho el test bien o no por cómo está definido en sí mismo- fue que debía ir entre 5:20, siendo optimista y 5:40, tirando a conservador).

Así que, una vez pasado el agobio de la salida y los primeros kilómetros en grupo, intentamos ir a es ritmo. Pero no es fácil. Las sensaciones son buenas (el entrenamiento se nota, gracias a Dios), el tiempo acompaña, y la gente te anima en cada esquina. Vamos fácil, y sin quererlo tendemos a ir más rápido. Si el cuerpo te lo pide, y ves que puedes...pues habrá que dárselo ¿no?. La primera vuelta -de unos 5 Km, que vuelve al estadio- se me pasa sin darme cuenta. Todo es nuevo para mí, la distancia, el circuito urbano, los avituallamientos, la gente que corre. De hecho, casi ni veo a la familia que nos anima tanto en la salida como en la vuelta. Tampoco veo algunos de los carteles que marcan cada kilómetro, así que mis registros son a veces de dos kilómetros, a veces de tres...es que hay muchas cosas en las que fijarse. Además, tampoco es tan importante llevar la cuenta de segundos al milímetro, más que nada es para poder verlo a posteriori.



Recuerdo haber leído a quien recomendaba que es mejor dejar el cronómetro en casa este día, y salir a disfrutar de la carrera. Pues éso debe ser lo que estoy haciendo, entonces. Recuerdo a un grupo de veteranos que llevábamos delante, todos con camisetas blanquiazules a rayas horizontales, donostiarrak. Nos costó un buen rato poder adelantarles, llevaban nuestro mismo ritmo, a pesar de que van hablando entre ellos y haciendo bromas ...y de que nos sacaban unos años. Es curioso cómo recuerdas a la gente que corre contigo. También me viene a la cabeza un corredor grande, que más parecía un remero por las espaldas y las piernas que lucía, con una camiseta que ponía "Sodupe", al que siempre veíamos delante nuestro.

Ya sólo nos quedan las dos vueltas grandes, que van primero hacia Gros y la Zurriola, el paseo de la Concha, llegan hasta los confines de Ibaeta y vuelven al estadio. Unos 18 Km cada una. Me encuentro bien, hemos subido el ritmo sin darnos cuenta, y bajamos de 5:30 varios parciales. No sé a qué se debe, puede que sigamos el ritmo de los que tenemos delante, o que simplemente nos dejemos llevar por las sensaciones. Veo a gente conocida de Algorta animando, no sabía entonces que eran sus mujeres quienes corrían y ellos eran los animadores. Al salir de las calles del centro al Boulevard se nota el viento frío. Yo me remango y des-remango las mangas varias veces durante el recorrido, según siento o no frío. Tengo la impresión de que los avituallamientos se suceden uno tras otro sin parar. La consigna es beber algo en todos ellos, aunque sea un trago de agua o medio vaso de Gatorade. Todos a los que he leído coinciden en que es fundamental beber desde el principio para no deshidratarse, así que,aunque nosea yo de mucho beber, habrá que hacerlo.

El recorrido frente a las playas de Gros y la Concha es la mejor parte. Aunque no estés para mirar el paisaje precisamente, de alguna manera te reconforta.  Llegamos a la zona industrial de Ibaeta, lo peor del recorrido sin duda. No sólo porque es más feo, sino porque tira cuesta arriba -se nota en las piernas-, hay varias rotondas seguidas y no ves dónde se acaba para dar la vuelta. (El tema del recorrido se trata precisamente en una entrada del blog de Antxon Blanco en El Diario Vasco, que analiza el futuro del maratón donostiarra). También hay menos gente en las aceras, claro. Por eso mismo es buen sitio para parar un segundo junto a un seto y hacer éso que llevas unos cuantos kilómetros aguantando: mear (sería ideal saber cuánto conviene beber, lo justo para hidratarse pero que no sobre nada). Tiene gracia que, dado el diseño del recorrido como una especie de estrella de tres puntas (Anoeta-Zurriola-Ibaeta), hay momentos en que te cruzas con los que van delante o detrás tuyo. Es entonces donde ves la cabeza de carrera, o los grupos de corredores que se amontonan tras los carteles de las liebres (2h:30; 3h:00; 3h:30...). Cada vez que me los cruzaba pensaba en qué clase de gente es ésa que puede correr tanto y tan rápido por pura afición. Zigor grita a su amigo Unai, que va con los de tres horas, en dirección contraria a la nuestra. No sé cómo puede conocer a nadie entre tanto corredor.



La cosa es que entre bebe aquí, pulsa allá, y mira cómo va aquél, estamos en el centro de Donostia y de allí vamos hacia Anoeta otra vez. No sé si los kilómetros por las calles del centro son más cortos o qué, pero volvemos a acelerar un ritmo que habíamos perdido en el desierto de Ibaeta (seguro que éso tiene más que ver con los ánimos del público que se agolpa en mayor número en las calles de ese tramo). Un nuevo encuentro fugaz con los ánimos de la familia y pasamos por la alfombra de la media maratón como flechas, en 1h:57 minutos. Yo no me paro a hacer cuentas, eso se lo dejo a él, que para eso lleva 7 maratones y va sobrado. Yo me ahorro hasta la energía de pensar, por si acaso. Pregunto a Zigor: "¿qué, vamos bien para las cuatro horas?". "Cojonudo, no hay problema" me dice. Yo no las tengo todas conmigo, no sé cómo acabará la cosa. "Bueno, la mitad ya está", pienso, "no estoy mal para llevar dos horas corriendo". Pero sé que el problema, en todo caso,  no está aquí sino unos 10 kilómetros más adelante.

La segunda mitad

En la salida nos preguntábamos si el ganador nos doblaría, y llegamos a la conclusión de que no era posible, que íbamos a pasar la media maratón en unas dos horas, antes de que él llegara al final. ¡Vaya par de listillos! Cuando sentimos los coches y las motos de la organización, pitando detrás de nosotros, nos damos cuenta de que el circuito no son dos vueltas, sino más. Y por supuesto que nos dobla. En la larga curva del pase de Errondo, que lleva al Estadio, nos arrimamos a la izquierda, al lado del bordillo, mientras seguimos corriendo mirando para atrás. Los gritos de ánimo se acercan cada vez más, y vemos pasar a Rafael Iglesias con cara de sufrimiento, pero como una exhalación. Le aplaudimos y le damos gritos de ánimo.Va a tal velocidad que enseguida le perdemos de vista. Es como de otra galaxia. Él va por su kilómetro 40, corriendo en solitario, sin liebres desde el 14. Haría marca personal y mejor marca nacional del 2009, con 2h10:44. Tres semanas después de haberse llevado también la Behobia. Ahí queda eso.

Nosotros a lo nuestro. Aunque me parece que algo nos contagió, porque le parcial que hicimos entre los Km 20 y 25 fué el más rápido de la carrera (27:11). Pasar por el estadio y pisar el tartán es una sensación agradable, te dices a tí mismo "sólo me queda una vuelta, y la siguiente vez entraré al estadio para llegar a meta". Otra vez pasamos por el centro. Hemos hablado de dejar los chubasqueros a la familia, ya no creemos que llueva. No es que molesten mucho -casi ni nos hemos dado cuenta hasta ahora que los llevábamos anudados a la cintura- pero cuantas menos molestias a partir de ahora mejor. Cuando paramos para dárselos, nos dicen que Unai está en el hospital, con un esguince de tobillo provocado al pisar una botella de agua en un avituallamiento. ¡Vaya faena! No sólo tiene que retirarse, sino que encima se lesiona. Ni siquiera sabíamos entonces si le veríamos luego en la comida. Parece que la organización tampoco se esmeró mucho cuando le vieron gritando de dolor en la acera. Aquí, como en tantos sitios, si no te quejas, ni caso.

Hasta el Km 30,  después de pasar otra vez por la Zurriola y llegar a La Concha, todo va bien. Recuerdo que íbamos detrás de una pareja joven, él corría desde el principio, ella se le unió en algún momento al pasar por el centro. Llevaba plátanos y una botella de agua para él. A eso se le llama apoyar ¿eh?. Recuerdo que le comenté a Zigor que ya empezaban las molestias en las piernas. Yo tenía la idea de que si me encontraba bien hacia el Km 30, podríamos ir algo más rápido hasta el final. Pero llegado el momento, pensé que mejor esperar al Km 35. Todavía nos quedaba más de una hora de carrera, y los finales de mis entrenamientos largos habían sido terribles, a pesar de ir bastante más despacio. Y luego estaba el muro, ese momento terrible en que se te acaban las energías, que se dice que aparece entre los Km 30 y 35, y que se asocia con el agotamiento del glucógeno y a tener que hacer uso de la grasa -menos eficiente- como combustible para continuar corriendo. Pero hoy me parece diferente. Ha sido diferente desde el principio. No sé lo que pasará, pero no creo que hoy choque contra el muro. Para eso ha tenido que servir el entrenamiento, la reducción progresiva, la carga de carbohidratos durante la última semana...y los geles de glucosa que Zigor ha traído. Nos tomamos uno a medias, y yo como un trozo de manzana durante el avituallamiento. "El otro más adelante, aún es pronto" me dice. Amén.

Al principio de la carrera hablábamos cada poco, comentábamos cosas que veíamos, esto o aquello. A partir de ahora las ganas de hablar van a ser cada vez menos. La zona del Antiguo-Ibaeta se me hace un poco difícil de pasar esta segunda vez.. Las piernas pesan cada vez más. Los pequeños desniveles no ayudan. La pareja hace un rato que la hemos perdido de vista, lo mismo que un corredor menudo, con las mangas de color naranja, que vino de atrás, compartió con nosotros una botella y corrió a nuestro lado un buen rato. A mí me parece que vamos como antes, sólo que un poco más jodidos, pero el reloj dice lo contrario.

Damos la vuelta en Ibaeta, Km 35, y ya no quedan más virajes. Vamos directos desde aquí hasta el final, es un alivio. Zigor abre el último tubo de combustible, dulce como él solo, cuesta tragarlo y respirar a la vez. "Lo podías haber abierto antes del avituallamiento, y no después" le digo. Habrá que esperar al siguiente para beber un trago. ¿Quién había dicho que a los 35 Km íbamos a cambiar de ritmo? Mejor, vamos a esperar a los 3 últimos Km, por ahora con aguantar ya me vale. Subimos un repecho y estamos en La Concha por última vez. Esta vez no veo a mi amigo Gimeno, que en la primera vuelta nos animó al pasar. Ahora me vendría bien. Me duelen los muslos. Es una sensación distinta a la de los entrenamientos, entonces me dolían más los gemelos; no es agotamiento, pero sí una molestia creciente. Intento buscar cada cartel de kilómetro con antelación, es como una necesidad, Km 37, Km 38... pulso el cronómetro pero no miro el tiempo. Sólo calculo los kilómetros que faltan: 5 Km para el final, 4 Km...Apenas hablo, me concentro en correr, en olvidarme del dolor. Ya llevamos tres horas y media corriendo, jamás en mi vida he corrido tanto. No hay muro que valga, voy a acabarla. Esto es una maratón, ¡joder!





El paso por el centro -deben ser sobre las 12:30 de la mañana- está lleno de gente. Nos animan al pasar, y se agradece. Aprietas los dientes, respiras hondo y corres lo mejor que puedes para intentar corresponderles, no hay otra forma. El Km 40 en el paseo de Errondo. Por aquí nos dobló el ganador, que lleva hora y media descansando, mientras nosotros seguimos aquí, todavía corriendo. Algún mérito tenemos también. Desde aquí al final las aceras están llenas, y gracias a los ánimos del público y a que ves el final cerca, tu esfuerzo no decae. El último avituallamiento nos lo saltamos, ya no es necesario, ya sólo queremos acabar cuanto antes.

Entramos en la zona del estadio, último kilómetro. Bueno, esta vez sí, vamos a dar lo que nos quede dentro, acelero el paso, Zigor al lado. No sé que habría pasado si llego a hacer la carrera solo. Seguramente sufriría más, e iría más despacio. La vuelta exterior al miniestadio se hace larga y corta a la vez, cuesta mucho, pero ya no importa, ya estamos. Vamos pasando gente que no tiene fuerza, o ganas, para cambiar de ritmo. Entramos al estadio, la meta está ahí enfrente. Hay poco público ya, me extraña, pero es normal si tienes en cuenta que de los 2.400 corredores que van a terminar la carrera hoy, más de 2.000 han acabado delante de nosotros, el 87%. Al dar la curva vemos a la familia gritando en las gradas. Saludamos, se agradece el apoyo de lo más cercanos, éllos saben lo que te ha costado llegar hasta aquí, que no son sólo estas cuatro horas. Zigor(*) sonríe, yo levanto el brazo en la llegada, orgulloso. Al cruzar la línea y parar, siento cómo las piernas me queman. Le doy la mano. Está hecho. Ya soy un maratoniano.

 (*) Su crónica de la carrera, la encontrareis entre los comentarios de correr x correr



sábado, 28 de noviembre de 2009

Semana 16/16: La suerte está echada

Estoy escribiendo esto mientras veo un capítulo de Caso Abierto. Debería irme a la cama ya, pero este capítulo lleva canciones de Bruce Springsteen, una detrás de otra, y no puedo hacerle un feo al Boss. La historia va sobre cuatro amigos, dos parejas, que van en un descapotable precioso. Luego las cosas se complican, hay una boda con embarazo, una separación triste, cruce de parejas, negocios ilegales, matones, robos de coches...No puede ser más Springsteeniano.

Es una de las series que me acompañan tras los entrenamientos, que últimamente hago de noche, un poco tarde. Así que suelo acabar de estirar, ducharme y cenar -no siempre en ése orden- a las tantas. También suelo ver Sin rastro. Las dos producidas por Jerry Bruckeimer (que tendrá el tipo que acierta tanto con casi todo lo que produce) o Bones, de la que me gustaba sobre todo la tensión sexual entre los dos protagonistas. Últimamente también me atrae Miénteme, con sus paranoias de si lo que se dice con las palabras es desmentido o confirmado por los gestos, menudo lío ser un experto...

Bueno, que ha llegado la última semana. Ya casi no se entrena (salir y volver antes de media hora, pero ¿qué entrenamiento es ése? Si no da tiempo a sudar). Dos días suaves de 5-6 Km y eso es todo. La suerte está echada. Lo que tenga que ser el domingo, será. No se puede hacer más ahora.

Han sido 16 semanas de entrenamiento (bueno, en realidad me colé y empecé una antes, así que han sido finalmente 17), empezando con la vacaciones de Agosto. Cuatro meses completos. Cuatro días por semana. Empezando con 24 Km semanales y subiendo hasta los 58 Km en la semana 13. Un total de 671 Km. 68 días de entrenamiento,  de calor, de viento, de lluvia, de frío. Entrenamientos de mañana (sobre todo los domingos), de tarde y de noche.




He corrido en Getxo, en Orio, en la Costa del Maresme durante las vacaciones. He corrido por París, por Munich, por Bruselas y hasta en Finlandia, cerca de la frontera rusa. He fallado solamente tres días, por temas de agenda, por salud o por necesitar descanso. Pero mi escenario habitual ha sido el paseo del muelle de las Arenas, desde el Puente Colgante hasta el Puerto Viejo de Algorta, y de noche.

He entrenado a horas intempestivas -para mí- como a las 7 de la mañana (que serían en realidad las 6 si contamos la diferencia horaria). He corrido tras haber dormido sólo 5 horas, por no querer perderme alguna cena la víspera con los amigos. He salido a correr a las 10 y media de la noche, cruzándome solamente con quienes pasean a sus perros a esas horas. He corrido de noche por la playa bajo la luz de la luna, sin ver el suelo que pisaba y guiándome por las luces lejanas.

Ha estado bien. Pero, la verdad sea dicha, estoy deseando que llegue el día para descansar un poco y dejar atrás todo este ajetreo.


He mirado el tiempo para el domingo y parece que justo empieza el invierno ese día: viento fuerte, frío y chaparrones. Qué pena, pero habrá que poner al mal tiempo buena cara. El problema, aparte de la molestia del viento, es la lluvia. ¿Llevo chubasquero? Y si no llueve casi, ¿me asfixio con él o me lo pongo a la cintura? Cuatro horas son muchas para llevarlo de sobra.

Mi hermano Zigor correrá conmigo, no sé seguro si porque se apiada de mí y no quiere dejarme sólo o porque de verdad le apetece correr más despacio esta vez -tiene una marca de 3:15 en una de las varias maratones que ha corrido. Es curioso, ahora que lo pienso, parece que hace de hermano mayor conmigo en esto de correr. Empecé a correr cuando el ya llevaba varias Behobias, para ver qué era eso que tanto le gustaba. Yo siempre había corrido como entrenamiento para otras cosas -bueno, fútbol y fútbol sala, no nos engañemos- no correr para correr.

La idea es salir suave, como para terminar por encima de las cuatro horas, y a partir de la mitad de carrera ya veremos si me quedan ganas de apretar. Mi colega Alex me pregunta si voy a batir su record de 4 horas, en la última maratón nocturna de Bilbao. Le he dicho que no se preocupe, que es mi primera maraton y que he entrenado con el objetivo de acabar. Ésa era, al menos, la intención inicial. Aunque, en realidad, en mi fuero interno, y tras las últimas pruebas, sí pienso que voy a bajar de ese tiempo.

En el libro se insiste en no cambiar de objetivo, en no marcarse tiempos. Incluso se recomienda no llevar cronómetro, consejo al que no voy a hacer caso, por supuesto. Claro que, bien mirado, he entrenado un poquito más largo que el plan marcado, y he introducido algunas series aquí y allá, que en el libro no estaban tampoco. Y además, para acabar en 4 horas basta ir a 5:40 minutos el kilómetro, que tampoco me parece tan rápido. Así que...¿quien sabe?

lunes, 16 de noviembre de 2009

Semana 13/16: La última de las GRANDES


Así es como la titula mi libro de entrenamiento. Se refiere, claro está, a la distancia a cubrir el domingo, que es grande. Pero grande, grande. Concretamente 29 Km.

Yo, para redondearla y, porque en otros planes recomiendan pasar de los 30 un par de veces al menos, me propuse correr 30 Km, ni más, ni menos. Y lo de última viene a reflejar que es la semana a partir de la cual la distancia de entrenamiento va bajando poco a poco, hasta llegar al día de la maratón.

Pues en mi caso no sólo va ser la última, sino que es la primera de esa magnitud (la semana pasada no me encontraba con la salud y fuerza necesarias para correr los 30 Km que me correspondían, así que acorté el entrenamiento dominical a sólo dos horas. Pero ésa es otra historia)

Será casualidad, pero hace poco me encontré, mientras hacía la compra, el libro "El día D" de Antony Beevor, sobre el desembarco de Normandía (también conocido como "el día más largo", esta semana va de largos). Me quedé con las ganas de comprarlo, pero ya caerá.


Esta semana sigo con mis problemas de salud. No tengo fiebre, pero el catarro y la fuerte tos no me abandonan. Es la segunda semana que me siento así de flojo. Incluso dejo lunes y martes de descanso, a ver si para el miércoles estoy mejor, pero nada.

Día 1: Corriendo por la orilla del Sena

Resulta que el miercoles amanezco en París para una reunión del proyecto Vitalas, y no puedo retrasar más los entrenamientos. Así que la noche anterior planifico el recorrido -de unos 8 Km- partiendo del hotel. Como no veo un parque lo suficientemente grande y cercano, pienso en salir desde la Place de l'Italie directamente hacia el Sena, y por allí espero correr más tranquilo que por las aceras.

La noche anterior tuvimos una cena -mitad trabajo, mitad placer- pero nos retiramos a una hora prudencial para poder descansar. Tanto mi compañera de viaje como yo andábamos justos de salud, y nos pasamos la cena tosiendo (recuerdo que estamos en la época de la gripe A, y varios compañeros habían estado ya de baja...).

Total, que para las 7:30 estaba yo corriendo por las aceras. Gente, tráfico, pasos de cebra, semáforos...no es el entorno ideal para entrenar, pero bueno. Una vez llego al río, la cosa mejora. Encuentro paseos poe debajo del nivel de las calles, que son peatonales, Sigo a algunos corricalaris que me encuentro, y me llevan sin darme cuenta hasta que veo la catedral de Notre Dame enfrente. Quisiera seguir, pero he pasado ya la mitad del tiempo previsto, y tengo que volver a toda prisa. Entonces me doy cuenta que la ida era más bien cuesta abajo, así que finalmente llego al hotel justito de tiempo...y de aliento. ¿La reunión? bien, gracias.

Día 2

Al día siguiente, ya en casa, me tocan los 12Km de rigor. Intento hacer un entrenamiento más intenso que el mero trote, a pesar de no estar del todo bien de salud. Tras calentar media hora, hago una serie de 1Km + 2Km + 2 Km, desde 5'30'' hasta 5'. (Todo ello aproximadamente, porque en el paseo de Las Arenas no están marcados los Km, pero de tanto pasar por allí y gracias a Google Maps me los conozco un poco)

Día 3

Decido cancelar el entrenamiento del viernes. Y van dos en dos semanas. Espero que sea para bien (seguro que, al menos, mi cuerpo me lo agradece)

Día 4

Hoy es el dia en que se corre la Behobia, carrera popular histórica donde las haya. Tanto que se corre ya la edición número 31, creo. "La behobia-San Sebastián es más que una carrera" como reza en su web. Varios colegas y amigos la van a correr hoy. Serán parte de los más de 18.000 atletas inscritos, que se dice pronto (basta compararla con la multitudinaria Herri Krosa, en la que correrán 7.700, siendo el recorrido de 10 Km, la mitad de la Behobia). Yo no, dadas las circunstancias, perfiero entrenar largo este fin de semana, ya que la pasada no pude. A última hora me ofrecieron un dorsal, pero solamente pensar en la organización, el transporte y demás lo descarté. Aunque todavía, desde que la corrí hace unos años, la verdad es que me tira. Mi hermano acabará haciendo hoy 1:25, y eso quejándose lo mal que lo pasó por el viento...sin comentarios.




Yo a lo mío. El plan es ir desde Algorta hasta Bilbao por la ría. Concretamente hasta el Zubi-zuri. Hace un día de perros, viento sur muy fuerte y lluvia a ratos. Salgo de casa antes de las 10. En el paseo del muelle primera parada obligada. Voy corriendo y veo el agua del puerto como rara, agitada a lo lejos, mientras cerca está en calma. No se ve la orilla opuesta. "Viene una tormenta" pienso, pero sigo corriendo. Hasta que me llegan las primeras ráfagas de viento y veo cómo llega una cortina de agua -es una expresión muy socorrida, pero esta vez la ví de verdad con mis propios ojos- hacia mí. Me da tiempo justo para guarecerme en el paso subterráneo, a Dios gracias. Tres minutos después despeja y sigo.

Aunque voy suave, suave, las pulsaciones van más áltas de lo normal (ayer fuí al médico porque tuve fiebre el día enterior, el catarro me acompaña todavía). Voy más lento que la vez anterior. Me quito y me pongo el chubasquero varias veces según pasan las rachas de lluvia. Me cruzo con corredores que me suenan de otros domingos. Un señor mayor, que corre siempre en mangas -y hoy no es excepción porque lleva un chaleco para la lluvia- me grita desde el otro arcén, señalando el cielo "¡es una nube!", como quitando importancia al mal tiempo. El viento sube por la ría, como yo, me da de espaldas. Llego al puente en 1:30, no está mal, me digo. Bebo un poco, estiro. Miro la hora, me doy cuenta que la Behobia ha empezado hace un cuarto de hora. Allá vamos, Zigor.

La vuelta va ser otra cosa. El viento en contra. Me cuesta avanzar. Al pasar las dos horas de entrenamiento paro alguna que otra vez, para ponerme el chubasqueo, para beber, simplemente para parar. Pienso si hacer uso del billete de cinco euros que llevo en el bolsillo, y repaso las estaciones de metro cercanas a mi ruta. Llego a pensar "de las Arenas no paso". Estoy realmente muy cansado al llegar al puente colgante, pero la estación está tan lejos...Una tormenta terrrible me hace resguardarme en un portal. Me alegro de haberme decidido por los culottes largos hoy. Incluso paso algo de frío, esperando que pare la lluvia, allí sentado, tosiendo. Finalmente sigo corriendo (es un decir) hasta casa. Llego tras tres horas y tres minutos de correr.

Nunca en mi vida he corrido tanto, ni he acabado tan cansado. Me entra un poco de miedo ante la maratón. De verdad que hoy era uno de los grandes.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Bihotz Handi y Biotz Alai

Hace unos días acudí a un acto que me hizo mucha ilusión. Lo organizaba BIHOTZ HANDI, la asociación de donantes de sangre de Getxo. Se celebró en el aula de cultura de Algorta, y en ella, entre la presidenta de la asociación, Isabel Atxa, el presidente de la asociación de donantes de Vizcaya (sí, de Vizcaya, a pesar del nombre de su web...¡es que cómo son!), Alvaro Larrea, y el alcalde de Getxo, Imanol Landa, repartieron diplomas a 60 hombres y 22 mujeres por haber alcanzado las 20 o 25 donaciones.

Y me hizo ilusion no solo por los estupendos pintxos y el rioja con el queclausuramos el acto (y que no disfruté como debía, más que nada porque tenía entrenamiento pendiente, y no era cuestión de correr en curva) sino porque yo fuí uno de los homenajeados. Y aquí está la prueba.

Uno empezó a donar por convencimiento hace muchos años, y dono cada vez que me lo ponen fácil (normalmente cuando viene el autobús al parque tecnológico de Zamudio y, casualmente, aparca a 10 metros de nuestro propio parking). Aún así, hay veces que ese día no puedes, bien sea porque estás muy ocupado, porque se te pasa la hora o porque ese día estás fuera. Alguna vez (pocas, la verdad) tras haber perdido la cita, me he tomado la molestia de ir a donar en el centro de Algorta, por sentir que de alguna forma había faltado a un compromiso.

Los hombres pueden donar cuatro veces al año (las mujeres tres). No pensaba yo que llevaba 25 donaciones sobre mis hombros, pero si empiezo a echar cuentas...veo que no es tanto. Creo que extraen unos 400ml cada vez, así que por ahí deben circular unos 10 litros de mi sangre. Si pensamos que una persona normal tiene unos 5 litros, pues no está nada mal, digo yo.

Al terminar el acto, el coro BIOTZ ALAI (curiosa coincidencia, las dos agrupaciones, aunque me han hecho la puñeta con el uso de la haches, coinciden en usar Biotz -Corazón, en euskera- como parte de su nombre: Bihotz Handi-Corazón Grande para los donantes y Biotz Alai-Corazón Alegre para el coro. O bien pensado, puede que no sea una coincidencia, ¿verdad?) nos regaló un puñado de canciones, así, en vivo, que me pusieron la carne de gallina. Yo reconozco que no tengo cultura musical alguna, pero éste era uno de esos momentos en que pienso que cómo me gustaría saber cantar así, ¡redios! Una delicia, vamos.

Al parecer, Getxo no está entre los municipios con mayor porcentaje de donantes de Vizcaya, y quieren subirlo a primera división, lo mismo que sí acaba de hacer Getxo Arraun para subir al Grupo 1 de la liga ARC- Asociación de Remo del Cantábrico.

No obstante, Euskadi aparece en un honroso segundo puesto -sólo detrás de los navarros- en el mapa de comunidades autónomas, en cuanto al índice de donación (véanse éste y otros interesantes datos en la web de la Federación española de donantes de sangre).

Hala, a donar todo el mundo.

Índices de Donación por 1.000 Habitantes

sábado, 29 de agosto de 2009

Semana 0/16



Ya que estamos en ello, me he propuesto escribir algo de cada semana (son 16 semanas) que me lleve el entrenamiento para el maratón. No espero que esta serie interese demasiado a nadie, pero lo hago sobre todo para mí mismo. De hecho, ya voy por la cuarta semana de entrenamiento, y es ahora cuando empiezo a escribir. Espero ponerme al día antes de correr la maratón...En mi defensa he de decir que el comienzo del plan de entrenamiento ha coincidido con mis vaciones de Agosto y, la verdad, acercarme al ordenador me daba un poco de pereza. Bueno, ya estoy en mi penúltimo día de vacaciones, y aquí estoy, en la terraza de un bungalow del camping Bon Repos de Santa Susanna, donde hemos pasado unos días de relax playa-piscina-playa, pasada la medianoche, haciendo el esfuerzo de darle a las teclas.

Intentaré ser breve, o al menos insertar un resumen en cada capítulo para que quien quiera pueda tener de un vistazo una idea general. De todas formas, ¿cómo no va ser breve una entrada que habla de entrenamientos (aunque sean cuatro por semana)?..."Sali a correr el jueves, antes de desayunar, calor, 4 km, tuve que esprintar al final porque no llegaba para llevar los niños al colegio, acabé cansado". Pues ya veremos, porque uno sabe cómo empiezan las cosas, pero no como acaban. Ya sabes, empiezas a hablar del tiempo que hacía, que si te cruzaste con no sé cuantos ciclistas, que si has comprado las zapatillas tal, o el pulsómetro cual. Bueno, por lo menos quiero citar los diferentes sitios por los que he corrido, aunque la variedad será la excepción y no la regla, me temo.

Y ya me he alargado bastante, así que voy a acabar con este capítulo CERO de introducción contando que durante la preparación del plan (no pensaríais que se puede empezar de la nada, ¿no?. Según los autores has de ser capaz de correr 30 minutos sin parar antes de empezar el plan propiamente dicho; esto tiene el objeto de empezar todos en similares condiciones. Para lo cual proponen un pre-plan de ¡20 semanas! ¿A que es gracioso? Yo, cuando me compré el libro me quedaba una semana de pre-plan, así que lo acorté bastante. Bueno, casi del todo. Pero por entonces ya corría al menos una vez por semana, incluso alguna veces dos) Pues eso,que durante la preparación para el plan tuve ocasión de correr en Munich -estaba allí por trabajo para un par de días-. Y daba la asualidad de que el hotel estaba muy cerca del Englischer Garten, y la verdad es que fué un placer. Tanto que, aunque el primer día me perdí y llegué un poco tarde la hotel, decidí salir otra vez al día siguiente por la mañana -a pesar de la cena que nos habían ofrecido los anfitrones de IRT en un Biergarten, gracias, Peter- Ese día no me perdí, pero quería conocer más a fondo el parque y se me pasó el tiempo, así que otra vez volví un poco tarde. Se trata de un parque grandioso, gigantesco (al parecer, uno de los más grandes del mundo, incluso mayor que el Central Park neoyorkino). Lleno de árboles -creo que estuve a la sombra el 90% del tiempo- con arroyos, un lago, cascadas y con senderos cruzándose en todas direcciones. Las bicicletas andaban de aquí para allá, y yo me preguntaba cómo demonios podían orientarse en aquél laberinto en el que yo intentaba memorizar cada cruce para poder volver. Me crucé con muchos corredores esos dos días, y es que teniendo un parque así tan cerca, ¿quién se resiste a la tentación?

lunes, 27 de julio de 2009

Voy a por mi primera maratón

Hoy, por primera vez, he tenido la sensación de que podría terminar una maratón. He entrenado 1:15 minutos, y no me he sentido (al menos hasta pasar de la hora) ni extremadamente cansado, ni dolorido, ni axfisiado, como tantas veces me he sentido al entrenar menos tiempo. Pero son cuatro horas, mínimo, las que voy a necesitar...o sea, que lo que hoy he hecho lo voy a tener que repetir otras tres veces...eso me ha llevado a pensar que no va ser tarea fácil. Por supuesto, eso ya lo sabía, pero es diferente pensarlo así, en abstracto, que darte cuenta de lo que te espera, sufrirlo en una pequeña parte en tus carnes.

Esta semana he tomado la decisión. La maratón de San Sebastián, el 29 de Noviembre, es el objetivo. Ya me he incrito y todo. Es la primera vez que entreno tres días en una semana desde hace mucho (creo que desde las vacaciones de Agosto del año pasado, en que me tomé en serio eso de correr por las mañanas...durante una semana)

¿Qué entrenamiento seguir? Sé que hay muchos programas de entrenamiento por ahí, y no digamos en Internet, pero he preferido comprar un libro -qué le vamos ha hacer, soy de la vieja época-. Tras hojear varios, me he decidido por uno que me ha atraído por su la forma en que estaba escrito (un capítulo de información diversa y anécdotas con la excusa de cada una de las 16 semanas de entrenamiento de que consta el programa); porque estaba dirigido específicamente a principiantes; y sobre todo porque las sesiones de entramiento eran menos y menos largas que en otros libros que he visto. Cuatro días de entreno cada semana, y como máximo 29 Kilómetros -en la sesión larga de la semana 13-.

¿Cómo de largo hay que entrenar? Creo que es una pregunta que cada uno responde de forma diferente. En Robotiker hay una cuantos corricolaris que entrenan a mediodía varios días or semana. Entree ellos Alex desconfiaba de tan largas sesiones, mientras que Isi decía que le habían venido de maravilla para preparar su primera maratón. Ambos corrieron precisamente la de San Sebastián de hace dos años. Aunque ambos siguieron el mismo plan de entrenamientos, uno, con fiebre la última semana, sufrió desde el inicio de la carrera y terminó, totalmente roto, por pura cabezonería (me hacía gracia cuando el otro día me contabaque, tras acabar destrozado, sopesaba, a la hora de entrar a los vestuarios, si subir por las escaleras -que le exigirían un esfuerzo sobrehumano para levantar las piernas-, o subir por la rampa, que le parecía tan larga y empinada que no estaba seguro de llegar hasta arriba); el otro, en cambio, lo hizo mejor de lo esperado, y mucho más rápido que el uno. Además, creo que había una apuesta por medio, y me temo que eso ha contribuído a las distintas perspectivas sobre la cuestión que tiene cada uno.

Yo, por mi parte, espero terminar la maratón, lo que por ahora me parece ya una tarea titánica. Ya sé que todo es cuestión de entrenarse, pero viendo cómo (no) lo he hecho en los últimos...años, entenderán mis dudas. No obstante, espero que la experiencia de aquellas tres (¿o fueron cuatro?) Behobia-San Sebastián que corrí hace..., vamos, cuando aún no era padre de familia, empujado por la afición de mi hermano pequeño -al que le dió por correr entonces y ya no ha parado, aunque ahora lo haga, como las cabras, por el monte- me sirvan. De hecho, mi marca ha sido mejor que la suya hasta que recientemente él, de puro correr, la ha mejorado con creces.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Chica de ayer


Un día cualquiera no sabes qué hora es,
te acuestas a mi lado sin saber por qué,
las calles mojadas te han visto crecer,
y tú en tu corazón estás llorando otra vez.

Me asomo a la ventana, eres la chica de ayer
jugando con las flores, en mi jardín.
Demasiado tarde para comprender,
chica vete a tu casa no podemos jugar.

La luz de la ventana entra en la habitación,
tus cabellos dorados parecen el sol.
Luego por la noche al Penta a escuchar,
canciones que consigan que te pueda amar.

Me asomo a la ventana, eres la chica de ayer
jugando con las flores, en mi jardín.
Demasiado tarde para comprender,
mi cabeza da vueltas persiguiéndote.


Hoy ha muerto Antonio Vega, autor de Chica de ayer, publicada con Nacha Pop, allá por 1980 (cuando yo tenía 16 años)
Veo entre los homenajes que no soy el único que ha debido llorar con esta canción, que será parte de mi vida para siempre.
Gracias, Antonio. Descanse en paz.


Antonio Vega - [JERÓNIMO ÁLVAREZ]

viernes, 8 de mayo de 2009

La final más larga del mundo
(o estos bilbaínos están locos)

Todo el mundo anda revolucionado estos últimos días por aquí. Aquí debe ser como 50 Km alrededor de Bilbao, más o menos. Últimos significa unos 2 meses (exactamente desde que ganaron la semifinal contra el Sevilla, el 4 de Marzo).

El título es un homenaje a un cuento que una vez leí: "El penal más largo del mundo", sobre un penalty que, debido a una tangana que se formó al pitarlo el árbitro, tardó una semana en tirarse. Lo escribió Osvaldo Soriano, que no podía ser sino argentino (luego se hizo una película en España con el mismo título).

Casi todo el que conozco va a Valencia. Da lo mismo si tienen entradas o no. Incluso si no les gusta el fútbol. Da lo mismo si hay que ir en autobús, o hacer 8 horas en coche y volver para trabajar el día siguiente. Los más cómodos van en avión y han pedido un día de permiso, por si cae la breva y hay resaca...No sé si es cuestión de afición, de sentimiento, de no ser menos que el vecino que tiene reservado el hotel o qué. Seguramente será una mezcla de todo ello. Otro cascarrabias -gran título para un blog, lo estaba yo barajando para ésto cuando me lo encontré ocupado- habla de una "necesidad de sentirse de nuevo importantes", que no niego que tenga que ver -sobre todo para algunos- pero yo creo que es algo más visceral, atávico, pasional, como una fiebre que les arrastra sin poder evitarlo. En lo que sí estoy de acuerdo es en que "disponer de una entrada para la final se ha convertido en un objetivo vital para muchos aficionados". Bueno, ya sabemos que el fútbol es sólo un deporte, pero al menos tienen un objetivo.

Pero la cuestión es que algo tienen que les hace hace hervir la sangre -¿o será el cerebro?- cuando se trata del Athletic. Me contaban esta mañana que cuando el equipo jugaba la fina de copa un año sí y otro también (de eso debe hacer muchos años, porque la última la jugaron hace 24) la gente vendía hasta el colchón para ir a ver la final a Madrid.

Todo empezó, como he dicho, al día siguiente de la semifinal contra el Sevilla en la que, todo hay que decirlo, les pasaron por encima como una apisonadora. Bueno, en realidad, como buenos bilbaínos, ya antes algunos empezaron a comprar vuelos a Valencia, reservar hoteles y demás. A los pocos días no había plazas libres en Valencia ni alrededores, ni mesa libre para cenar en la capital del Turia la noche antes, ni siquiera la de después del día D, el 13 de Mayo.

Luego vino el tema del sorteo de las entradas para la final entre los socios del club. Eso dio que hablar desde una semana antes (que si la estrategia de presentar los carnés de la cuadrilla no juntos, sino equi-espaciados para tener más opciones, que si me han dejado no sé que carnet, que si hay bolas separadas para cada cifra...) hasta una semana después. Fue un sorteo con polémica, una chapuza al no ser equitativo por lo mal planteado que estaba. Quien más quien menos, hizo un Máster en estadística aquellos días al escuchar las explicaciones de amigos y periodistas.

Han preparado en Valencia una carpa gigante ("Una bilbainada en Valencia", titula el poco sospechoso El Correo) para que los aficionados se sientan como en casa, con no sé cuantas actuaciones de grupos varios. Debe ser de grande como un terreno de juego, con las bandas ocupadas por sendas barras ("doscientos metros de barra" anunciaban en una emisora de radio, que somos de Bilbao) pero en lugar de de botellines de agua para los jugadores hay surtidores de cerveza por doquier para los aficionados.

Los edificios públicos lucen banderas rojiblancas (aquí en Algorta, en el polideportivo de Fadura han aprovechado el balcón para colocar una de tamaño considerable de parte a parte, y los mástiles que llevaban años vacíos lucen 4 banderas del Athletic allá arriba, rodeando la ikurriña que no recuerdo si estaba antes o no). En las casas también se afanan por contagiar su entusiasmo colgando banderas en las ventanas y balcones. Aunque, a decir verdad, no me parecen tantas como en su día se vieron en los pueblos de Guipúzcoa hace pocos años cuando la Real estaba a dos victorias del título de liga (que, por desgracia, se llevó el Madrid ¡Quién nos ha visto y quién nos ve!) Y eso me confunde, porque creo que aquí la afición es más entusiasta, más expresiva que allí. Igual es un reflejo de la diferencia entre el carácter guipuzcoano y el vizcaíno, quién sabe. Unos lo llevamos más por dentro y otros más por fuera.

La gabarra "Athletic" ha sido rescatada -no sé si de algún desguace- y puesta a punto por si acaso, apareciendo en todos los telediarios locales. 20.000 personas asistieron al último entrenamiento de los leones en su casa -el estadio de San Mamés- antes del viaje, el domingo anterior a la final. Como una despedida a los gladiadores que marchan a la batalla.

Nos llevan bombardeando desde hace un mes con la historia de la última final, entrevistas a los protagonistas, programas especiales, ediciones extra para coleccionistas por parte de la prensa, DVDs con la imágenes de las últimas finales, y qué se yo que más. Menos mal que sólo faltan dos días. Hasta en el súper del barrio me han regalado vales-descuento rojiblancos (6€ si ganan, 3€ si pierden, hay que ver como me coaccionan)

La verdad, no sé quien va a trabajar ese día en Vizcaya. Y al siguiente, menos. Si ganan, porque han ganado. Si p... bueno, me han prohibido ni siquiera pensar en esa palabra. Mientras escribo discuten en la radio sobre si los primeros 15 minutos serán decisivos, que si el Athletic sale sólo a defender lo va pasar mal, que no es el Chelsea; que si el miedo escénico puede afectar más a unos que a otros; que si las bajas del Barça; que si el Athletic lleva pensando semanas en el partido (y los demás también, muy a nuestro pesar); que si el favorito no es tan favorito porque es el favorito...creo que me voy a la cama.

Mi amiga Jenny, escocesa de Algorta de toda la vida, que da clases de inglés e inventa palabras en español no reproducibles aquí en sus ratos libres, y forofa como pocas -no se pierde un partido en San Mamés, que alguien me lo explique- verá el partido con su hijo Jon en la Plaza de la Estación, donde el ayuntamiento de Getxo va a instalar una pantalla gigante y se van a asar 24-corderos-24, para amenizar la espera. Es que eso de poner el partido a las 10 de la noche, y además entre semana, tiene delito.

Yo lo veré seguramente en casa, con una camiseta rojiblanca a un lado (mi hija ha sucumbido finalmente a la presión del entorno) y otra virtual del Barça al otro (no sé de donde le salió a mi hijo esta querencia, igual es sólo por ir a contracorriente, aunque creo que Ronaldinho en sus buenos tiempos tuvo algo que ver). Yo en medio, con el pijama puesto y una cerveza tostada en la mano.

Previo a la final de 2009 en la pantalla gigante, Algorta.
Véase la personalidad del chaval, con sólo 5 años  y la camiseta de la REAL, ante las miradas atónitas de la multitud rojiblanca.

Los que me conocen saben de mi poca afinidad con lo rojiblanco, así que, para no herir susceptibilidades, me voy a reservar el pronóstico.

No obstante, que gane el mejor.

Otras referencias:
La hora de la hazaña. Jon Agiriano, El Correo
Lo que nos Une. Patxo Unzueta, El País
Auto de fe rojiblanco. E. Rodrigálvarez, El País.